Ya no estoy aquí, 4,3/5. Netflix.



Es sin duda, la cinta mexicana del año 2020, aunque se realizó en 2019, la cinta ha cosechado todos los premios posibles en los premios mexicanos Ariel, que son como los Goya en España o los César en Francia. Aparte, ha conseguido el premio a la mejor película en el festival de Morelia y el Cairo. No acaba aquí el éxito, es la representante de México en los Óscar de este año 2021, de hecho, esto último, el que haya conseguido el puesto por delante de películas como Nuevo Orde de Michel Franco, es lo que me hizo ver esta cinta.



Lo más increíble de la cinta es que es el primer largometraje del director Fernando Frías de la Parra, la forma de realizar la cinta mostrándonos un pequeño barrio, de una ciudad (Monterrey) no muy conocida ni siquiera para los protagonistas de la cinta, como ellos mismos proclaman durante la película, haciendo que algo local se convierta en universal.



La cinta cuenta la vida y pasión por la cumbia (Kolombia, cumbia más lenta bailada en Monterrey) de un joven mexicano, Ulises, protagonizado por Juan Daniel García Treviño, quien se transforma bailando y desaparece de la realidad como en un trance musical. Por culpa de un mal entendido tiene que irse a Estados Unidos. Vemos la transformación de sus compañeros, que se quedaron en Monterrey, la propia transformación de Ulises en Estados Unidos, y como algo que pegaba bien, ya no pega al sentirse desarraigado.



Lo que en su país se consideraba la forma de integrarse en un grupo, en Estados Unidos lo consideran algo exótico, digno de fotografiar o incluso copiar. La cinta muestra cómo las personas necesitan sus orígenes para sentirse bien. Se puede ver en la cinta cuando Ulises no se permite escuchar nuevos tipos de música o conocer gente de Estados Unidos, no se abre la puerta a conocer más que latinoamericanos o chinos, olvidando a los estadounidenses, que si aparecen lo hacen en forma de policía. En este caso, el director no muestra si esa falta de integración es por culpa del protagonista o por culpa de la sociedad estadounidense, que no le permiten integrarse.



La cinta está llena de pequeñísimos detalles que la hacen grande, un ejemplo claro es el localizarnos al protagonista bajando unas escaleras, con un plano en el que se ve toda la ciudad de Monterrey, la barriada, las escaleras y un pequeño punto rojo que es el protagonista. Otros pequeños delirios fantásticos del director, son los bailes, con esos fondos y esa comparación entre la libertad de estar en lo más alto en Monterrey o encerrado entre cuatro paredes en lo más bajo del metro de Nueva York. Estos símiles nos hace pensar si necesitamos la libertad en un país donde por culpa de la violencia te pueden matar o estar oprimido en un país donde te puedes mover o dormir en la calle sin problemas de seguridad. El protagonista no parece muy interesado por esta oportunidad de ir a Estados Unidos, no tomando ninguna medida para quedarse en Estados Unidos.



Un punto que sorprende es como el director nos hace pensar sobre los pelígroso, la imagen de estos jóvenes se puede asociar a un grupo peligroso, y obviando el hecho de que roban a sus compañeros de colegio, la pasión de estos chavales es simplemente bailar y hacer música. Una actividad que se podría considerar bastante sana siendo fomentada en otros países. Ya no es solo la música y el baile, si no el  estilo de vestir y de peinarse, que muchos podrían opinar que están por delante de muchas tendencias que para ellos no significa nada.

 


En otros países como Francia o Japón, chavales vistiendo como los protagonistas, serían considerados "cool", algo que copiar, incluso la amiga china de Ulises lo refleja en la cinta. Mientras que en México, vestir y ser así, es simplemente lo normal, sin proponerse crear tendencia, esa originalidad, esa autenticidad, es lo que puede hacer pensar a la gente que se cruza con ellos en las calles de Monterrey o México ciudad,  que está delante de una obra de arte en movimiento.



Sorprende la alta calidad de los actores ya que no son profesionales. El casting se realizó pidiendo que la gente entre 17 y 24 años se presentaron al casting si amaban la cumbia. Una vez más se demuestra que hay mucho arte escondido y que simplemente, con un buen casting, eso se puede descubrir.



El director Fernando Frías de la Parra apunta maneras para un día formar parte del triunvirato mágico: Alejandro González Iñarritu, Guillermo del Toro, y Alfonso Cuarón. En mi fantasía personal metería en un futuro próximo a Michel Franco en este grupo de ganadores del Oscar al mejor director.





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