Limbo. Sitges 2021


El director chino Soi Cheang nos presenta un Hong Kong como un gran vertedero (o limbo) donde algunas personas son tratadas como basura. Lejos queda ese idílico Hong Kong de Bruce Lee o Jackie Chan.

Con 2 horas de blanco y negro que se nos impregnan en las retinas, el director utiliza la trama de un asesino en serie, quien corta la mano izquierda a todas sus victimas, mujeres, a las que ha violado antes. 



Chan (Lam Ka Tung), un detective veterano y resentido investiga el caso con ayuda del novato Will (Mason Lee), sumergiéndonos en las profundidades de un submundo que no llegamos a saber si son decorados o si la ciudad sale de una bancarrota estilo Detroit. 

La cinta es un prodigio de técnica de grabación, con ángulos imposibles que dan serenidad a la imagen, como el seguimiento del coche subiendo por el parking hasta que la cámara se posa encima del propio auto. Queda claro que la imagen es lo importante, con una escasez de diálogos llevados al extremo y que podrían haber solucionado muchas cosas en el caso de que los protagonistas hubieran sido más parlanchines. Incluso las imágenes de acción, como la persecución corriendo por la pared inclinada, nos dejan sin aliento por la perfección de la escena, de la que no deberíamos de dudar que se grabo en una sola secuencia y parece que sin extras. La imagen y la realidad, esas son dos de las premisas del film de Cheang, hasta el límite que intercala sin ningún pudor imágenes reales con ficticias como la visita en el hospital, o en el lugar del crimen, creando una sensación de perdida del hilo al público, que lo terminará encontrando poco a poco en el curso de la película.



Otro genial ejemplo del impacto de la imagen es cuando uno de los protagonistas dice que hay que investigar andando, a pie, y justo después aparece un primer plano de los pies del protagonista pateando las calles de la ciudad. 

El blanco y negro nos hacer ahondar más en la penuria de las relaciones humanas retratadas en esta versión moderna y asiática de un Mad Max en donde la sociedad parece dar la espalda a la gran mayoría de la sociedad, olvidándose de darles una segunda oportunidad. El perdón en está película se vende caro, y no basta con pedirlo, hay que ganárselo, hasta el extremo de la humillación. El juego oculto de las altas clases sociales creyéndose superiores moralmente a una clase social inferior por no tener dinero es sorprendente. Los policías consideran que llevar una placa les da permiso a hacer lo que quieran, no ya solo a aplicar la fuerza, sino a empujar y tratar como invisibles a sus compañeros de ciudad, que por ser mendigos, no se merecen ni ser tratados con educación. Tanto el detective Chan, con su agresividad, como Will con su actitud de desprecio hacía los vagabundos, muestran dos formas distintas pero iguales de agresividad, una activa y la otra pasiva. En ocasiones la pasiva duele más que un puñetazo, como pudimos ver en películas como "Manco Cápac" de Henry Vallejo.



Una película que tiene más de cine de autor, como demostró su paso por la Berlinale, que de aspecto de terror y fantástico de Sitges. Se agradece que las propuestas pausadas como "Limbo" tengan cabida en el festival de Sitges acercándonos no solo el cine más sangriento como el de "The sadness".

Opinión: 4/5

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