El páramo. Sitges 2021



David Casademunt tiene un mensaje que transmitir al público: el escapar de nuestra propia comodidad, vencer los miedos y arriesgarse a combatir los peligros de la vida.

Con un siempre creíble Roberto Álamo (menudo año lleva tras "Josefina"), o Inma Cuesta, el mensaje era fácil de pasar. Cuando metemos en la ecuación al joven y portentoso actor Asier Flores, la película sube a un nivel más alto, haciendo de la actuación de Asier algo que lleva el nombre de Goya a mejor actor revelación. La cara de despreocupación, de recién levantado, de contento, de tristeza, parece que Asier no tiene ningún registro que se le resista, y esa naturalidad traspasa la pantalla.



La familia de 3 vive en un páramo, es el siglo XIX y la zona dónde viven está en guerra, salir de la delimitación del páramo es peligroso, por lo que la familia vive en un auto bunker autegostionandose en todo, alimentos, agua, cartuchos, ropa... 

En un momento dado un hombre herido llega en barca, lo que provoca que Salvador (Roberto Álamo) decida dejar el páramo en busca de los familiares del hombre. Su mujer Lucía (Inma Cuesta) y su hijo quedan solos.

Al principio la situación es aceptable pero con el paso del tiempo Lucía comienza a sentir una amenaza, la bestia se está acercando y sin saber muy bien qué es, el miedo recorre el páramo.



Las atmósferas envolventes son en ocasiones demasiado obvias aunque logran su objetivo de transmitir agobio, con una sábana que se enreda en el niño impidiéndole ver, la oscuridad pertinaz que envuelve gran parte de la cinta, la niebla sofocante que hace del decorado algo típico, las rejillas de la letrina que no permiten diferenciar claramente lo que se ve... La insinuación es una constante en la película de David, para transmitir ese miedo que quizás es locura. Parte de ese ambiente son los tonos ocres, que casi no permiten distinguir los colores, pudiendo pensar que es una película en blanco y negro en muchas ocasiones.

Asier interpreta el papel de un niño dulce, amoroso, que cuida a los conejos y que contraría al padre que quiere hacer de él un verdadero hombre. La madre le mima y cambia la tarea de tener que matar un conejo por la de pelar patatas. El tiempo y la vida le harán aprender que el padre tenía parte de razón.




Vemos la transformación de las personalidades, la de la madre ocupando el rol del padre protector y tajante, y la del niño que se va convirtiendo en lo que el padre quería, todo ello provocado por la realidad de la vida, por la necesidad de salir de la zona de confort. El páramo es el cerebro de cada persona, nadie nos obliga a salir de él para no correr el riesgo de ser agredido o agraviado. Con la corriente que se vive en algunas comunidades de "ofendiditos" como los denominó el anuncio de Campofrío, esta película parece decirles que si no se quiere ser ofendido lo mejor que se puede hacer es no salir del "páramo" de uno mismo, no usar redes sociales, no ver televisión, no escuchar a los amigos...en definitiva, no salir de casa. La reciente experiencia de los últimos dos años nos confirma que vivir encerrados sin relación con el sistema no es sano a nivel mental, como también nos muestra la película. Lo único que parece ser útil es no ejercer la sobreprotección que parece ejercer Lucía sobre su hijo, para que éste esté mejor preparado para la vida más allá de los límites del páramo, o de la vida fuera de la burbuja. 



Si bien algunas de las escenas no parecen coherentes con el paso de los acontecimientos, como la aparente tranquilidad tras momentos extremadamente peligrosos, la verdad es que en la película se agradece la ausencia de música en algunos momentos tristes, dejando que los sonidos de la naturaleza acentúen esa sensación de pesadumbre. Una cinta con una imagen potente, que presenta al monstruo más temible del ser humano (spoiler): su propia mente.

Opinión: 3,5/5




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