La caja. Venecia 2021


 

El director venezolano Lorenzo Vigas ha tocado con su varita mágica esta obra, creando una de las cintas más entrañables que participan en la competición oficial del festival de Venecia 2021.

Para Lorenzo ganar un segundo León de oro sería todo un logro, pero la realidad es que su película lo merecería por la amalgama perfectamente creada que gusta, simplemente gusta al espectador.


Los actores protagonistas, Hernán Mendoza y Hatzín Navarrete nos muestra que como los instrumentos de una orquesta, todos los elementos tienen que estar tocando en la misma escala, poco importa si uno es famoso en su país con películas con palma de oro en Cannes como "Después de Lucía" o "Las hijas de Abril", o si el otro era un estudiante de 13 años, al que eligieron en un casting entre cientos de niños. Ambos consiguen el acorde perfecto para estar sencillamente perfectos en esta obra.

Los 50 kilos que tuvo que coger (con perdón para los que la palabra coger signifique otra cosa más que obtener) el actor Hernán para rodar el papel, hacen ya del film un prodigio en sí mismo. Pero el hacer que un  actor novato como Hatzín parezca tener la experiencia de alguien que haya ganado varios Oscars, es algo que pocos directores pueden conseguir, pero que Lorenzo logra con sorprendente facilidad.



Con producción de Michel Franco, parece que comentaban que Michel le dijo a Lorenzo que quitara partes del metraje que no quedaban bien, y lo mismo parece que hizo Lorenzo con la cinta de Michel. El resultado es una película, no rectangular como los lados de una caja, sino redonda. 


El personaje de Hatzín se llama como él mismo, tiene unos 15 años y va desde Ciudad de México a Chihuahua, a recoger una caja de metal donde están los restos de su padre asesinado y enterrado en una fosa común,  no le conoció más que en los primeros años. Cuando está de regreso a México Ciudad, ve desde el autobús a un hombre que cree que es su padre por la foto del carnet que hay en la caja. Consigue hablar con él, pero  desde este punto la relación entre ambos se vuelve tormentosa, ya que el chico quiere quedarse en la ciudad con el que cree que es su padre, Sebastian, pero el hombre que se hace llamar Mariano, quiere que lo deje en paz y que se vuelva a su casa.



Contradiciendo a las películas habituales, en las que una persona va de un pueblo a la capital e intenta adaptarse, como vimos con "Last night in Soho", aquí sorprendentemente es al contrario, Hatzín va a tener que acostumbrarse a vivir en la zona rural.

Las "maquilas" o fábricas están por todas partes en Chihuahua, la relación comercial con Estados Unidos es muy fuerte, sorprendiendo que los grupos de narcotraficantes sean tan fuertes en la zona. Mariano se dedica a contratar gente para esas maquilas. Podemos ver la escala de poder entre los distintos personajes que aparecen, donde el más poderoso es el dueño de la maquila, después Mariano y por último los trabajadores que aceptarían cualquier cosa por trabajar. La explotación se da en ambos bandos, lo que nos lleva a una escalera en dónde el último escalón tiende a llevarse la peor parte, incluyendo la muerte. 

La cinta habla de amor, mostrando la paradoja de que más importante de lo que se tiene, es lo que no se tiene. Esa figura paterna que Hatzín no tuvo es tan importante para él que hace que cambie el rumbo de su vida para quedarse en Chihuahua y descubrir si ese hombre que se parece a la foto es realmente su padre. 

Las experiencias vividas en Chihuahua harán que el recién llegado se plantee el valor de la familia, y si cabe hacer cualquier cosa por sentirse admitido en este círculo, por sentirse arropado por un supuesto padre que desapareció de su vida cuando era un niño. Uno de los detalles más bonitos que nos regala el cine de los últimos tiempos son los movimientos de Hatzín acercándose a Mariano para que este termine entendiendo la indirecta y lo abrace, belleza pura, un borbotón de buen cine que llena el espíritu mientras se presencia y que deja "poso" cuando termina. 




La cinta intenta dar explicación del porqué se cometen algunas de las atrocidades que vemos en las noticias en México, llega a convencer, sin que por ello las compartamos. Esta ley de la selva habla, en definitiva, de ser aceptado, de aprender ciertos valores que se dan por buenos, e imitarlos para que el padre, el populista de turno, pose su mano sobre la cabeza del obediente y le haga parte de su redil. Esto es lo que nos decía Lorenzo en su rueda de prensa, que muchos ciudadanos normales llegan a hacer atrocidades por sus figuras idolatradas, puso el ejemplo de Hugo Chavez y Perón (si recuerdo bien), en la película ese papel es Mariano, quien juega con la confianza del chaval de una forma muy sabia y malvada, deslumbrando al espectador de forma sutil, haciendo que Hatzín haga lo que él quiere. 

La sutileza es la fuerza de esta obra, que demuestra, y no nos cansaremos de decirlo, el buen estado de forma del cine mexicano, posiblemente junto con el danés, el mejor del mundo en estos momentos. La aparente facilidad para que el espectador vea sin que se muestre, la utilización de la sutileza, los silencios y los tiempos, es una maravilla en esta cinta, donde dentro de esta innovación escénica, llegamos a ver algo raro en películas mexicanas, la nieve. 

Opinión: 4,5/5





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