Crítica No Comment. PÖFF en Tallin 2025
No Comment, dirigida por Petter Næss y protagonizada por Laila Goody, Anders Baasmo y Pia Tjelta, es una película noruega que funciona igual que Noruega: sin adornos, sin glamour innecesario y con una transparencia que roza lo incómodo. Desde el primer plano queda claro que esta historia sería imposible de rodar de la misma forma en España. Aquí la narrativa se construye desde la austeridad: una casa donde hay un tendedero en medio del salón y donde la funcionalidad manda. Nada de lujo. Nada de pose.
Ese planteamiento ya marca distancia con la cultura política española, donde la imagen tiene más peso y donde el poder suele rodearse de más escenografía. En No Comment, el dirigente vive en una casa del centro, no en un palacio, y esa normalidad forma parte del discurso de la película. Incluso el concepto de “lo que se considera aceptable” cambia: en la cinta, el personaje interpretado por Anders Baasmo llega a mostrar vergüenza por haber ganado dinero legalmente invirtiendo en bolsa, como si hubiese que disculparse por ello. Un contraste evidente con contextos más mediterráneos, donde incluso ante sospechas de corrupción se suele blindar más la imagen pública que asumir culpa.
Hay un punto común entre España y Noruega que la película sí recoge: la relación afectiva entre la líder —interpretada con mucha contención por Laila Goody— y su pareja. Pero la forma de gestionarlo es distinta. En No Comment su pareja asume responsabilidad, sin excusas, y esa honestidad encaja con el tono general del film. En otros escenarios políticos, la tendencia suele ir más hacia proteger la imagen familiar y señalar a terceros (jueces, fiscales, la oposición...) como responsables del desgaste mediático.
El tema del glamour —o la falta de él— es central. La película muestra un país donde la política no necesita brillo ni grandes ceremonias: ropa sencilla, oficinas funcionales, reuniones en espacios sin estética. Esa falta de artificio no es una carencia, es una declaración de intenciones. Incluso los momentos más tensos se resuelven sin exageraciones.
En lo técnico, Næss apuesta por planos incómodos: cámaras bajas, objetos que interrumpen la visión, escenas rodadas como si fuese accidental. Es un estilo que recuerda a un documental torpe pero real, con decisiones visuales que refuerzan la sensación de estar observando algo íntimo y no editado para agradar. Las escenas en la cabaña de montaña —entre borracheras, discusiones y explosiones emocionales— se contraponen al pragmatismo frío de la residencia oficial, donde se preparan elecciones con una seriedad casi mecánica.
El reparto funciona muy bien dentro de esta lógica. Laila Goody sostiene el peso político del film, Anders Baasmo aporta el conflicto moral y Pia Tjelta, en su rol más estratégico, añade esa capa de manipulación discreta que recuerda ligeramente al espíritu de House of Cards pero sin su teatralidad. Aquí no hay discursos épicos ni giros dramáticos exagerados: hay silencios, maniobras pequeñas y conversaciones tensas donde lo que no se dice pesa más que lo que se dice.
No Comment es cine político sin maquillaje. Directo, frío y honesto. Una película que refleja la forma noruega de ver el poder: austera, funcional y sin espectáculo. Un contraste inevitable para cualquier espectador español, acostumbrado a más brillo y más escenografía. Petter Næss firma una obra que no pretende gustar a todos, pero sí mostrar lo que hay. Y lo logra. Quien entre esperando glamour saldrá decepcionado; quien busque autenticidad, la encontrará desde el primer plano.


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