Mahdi Ali Ali Al-Sharshani: “El reto del cine catarí hoy es aprender a dirigir actores”. DOHA FILM FESTIVAL 2025 (DFF)
En el recién inaugurado Doha Film Festival 2025, que tiene lugar del 20 al 28 de noviembre, una de las películas más esperadas es The President’s Cake, del cineasta iraquí Hasan Hadi. Su llegada a Doha significa mucho más que una proyección: es la oportunidad de mostrar Irak desde otra mirada, más humana y creativa.
Durante su paso por la capital catarí, Hadi expresó su gratitud por el interés despertado: “Me siento muy orgulloso, porque es muy especial tener tanta curiosidad por tu filme.” Pero también subrayó lo que este proyecto representa para su país: “El filme nos ha dado la plataforma para alcanzar tantos públicos que antes no podíamos.”
Para muchos espectadores, Irak es solo conflictividad, titulares alarmantes, guerra. Hadi aspira a cambiar ese imaginario: “Algunas personas nunca han visto Irak, excepto en las noticias… es la primera vez que lo ven en un gran escenario.” Gracias al respaldo de Cannes —donde su película obtuvo la Caméra d’Or y el premio del público—, y ahora gracias a su paso por Doha, su voz y la de su país llegan a rincones antes inaccesibles. “Ser honrados con la Caméra d'Or o el premio del público nos permite tener nuestras voces representadas en muchos lugares.”
Más allá del éxito personal, Hadi espera que el impacto de su obra trascienda: abrir caminos para otros cineastas. “Creo que hay un efecto dominó: muchos artistas iraquíes ahora quieren explorar su infancia y sus memorias.” Esta ola de creatividad ya ha comenzado, y podría marcar el inicio de una nueva era para el cine iraquí: “Es un gran honor abrir un camino para que tantos otros artistas puedan avanzar y contar sus propias historias.”
Para lograrlo, advierte, se necesita compromiso: “Espero que podamos hacer filmes sobre nuestro país, sobre nuestras propias historias… eso requiere inversión del gobierno y del sector privado.”
La decisión de rodar en Irak, con su gente, su tierra y en situaciones reales, no fue fácil ni cómoda. Hadi lo resume: “Prefiero correr el riesgo de no grabar la película que filmarla en una localidad falsa.” Para él, la autenticidad no admite sustitutos: “Las historias tienen identidad, raíces y ADN. Este era un filme iraquí y no podía contarse fuera de Irak.”
Durante el rodaje, muchas posiciones técnicas no existían en el país. Por ello, trajeron apoyo extranjero. Pero siempre con una condición: que trabajaran junto a talento local. “Cuando traíamos un equipo extranjero, siempre trabajaba junto a talento local para sembrar una industria más internacional en Irak.”
El director también apostó por actores no profesionales: personas comunes, sin formación, quizá sin siquiera saber leer. “Fue más sobre su voluntad de estar en cámara… fue una decisión de instinto.” En muchos casos, improvisaban. “A veces los actores no podían leer o escribir, así que adaptábamos las líneas a lo que ellos dirían en esa situación.” El resultado: una actuación honesta, cruda, y profundamente humana.
Hadi ve su película como una invitación a ver Irak desde la riqueza de su historia y su cultura. “Irak es un país rico con historia, cultura y arte. Me asusta cuando la gente tiene una imagen tan específica del país.” Con The President’s Cake, quiere recordar al mundo que el origen del arte mismo puede rastrearse hasta la antigua Mesopotamia.
“Quiero que cuando piensen en Irak, piensen en el arte que presentó Irak: el primer épico humano es el de Gilgamesh.” Es un acto de memoria, de orgullo, pero también de valentía. Porque el cine, asegura, “puede cambiar la percepción de un país y de una nación.”
Estar hoy en Doha, presentando su obra ante un público árabe numeroso, tiene para Hadi una dimensión simbólica. “Nunca había mostrado el filme ante un público árabe en una sala llena. Escuchar todas esas voces de diferentes países fue increíble.” El apoyo local también tiene valor: “Doha fue el primer instituto que apoyó el filme desde Oriente Medio, y volver aquí con esta respuesta es un gran honor.”
Con la capital de Qatar convertida en centro de miradas cinematográficas entre el 20 y 28 de noviembre, The President’s Cake no solo compite —exhibe, expone, propone una nueva narrativa. Y su director no es solo un cineasta más: es un puente entre culturas, una voz que clama por dignidad, identidad y esperanza.
Comentarios
Publicar un comentario