Las mil y una. Cinelatino Toulouse 2021.



Película argentina que compitió en el festival de cine latino de Toulouse en 2020 y que pasa de nuevo. Nominada en Berlin (Panorama) y ganadora de múltiples premios como el Sebastiane de San Sebastián, LesGayCineMad, etc. Su directora Clarisa Navas ha mostrado su film por muchos festivales, obteniendo buenos resultados.



La cinta narra la vida de Iris, la protagonista, interpretada por Sofía Cabrera, parece una chica simpática y correcta, pero sin embargo ha sido expulsada de su colegio pasándose los días deambulando por un barrio desagradable. En este lugar, no hay cafés o bares de moda, ni nada por el estilo, sólo viviendas sociales que se desintegran lentamente. Los lugareños se reúnen para celebrar cumpleaños, partidos de baloncesto o fiestas.

Iris no bebe, no se droga, parece que nunca ha tenido relaciones sexuales, juega al baloncesto y sale con sus dos primos, Darío y Ale. Todos ellos están en esa complicada edad en la que ya no son niños, pero aún no son adultos. Los chicos, uno de los cuales es abiertamente gay, mientras que el otro es simplemente de mente abierta, se ponen ropa de mujer, hablan de sus crecientes necesidades sexuales y pasan su tiempo juntos, todo ello mientras intentan averiguar quiénes son y cuál es su lugar en el mundo. Cuando irrumpe Renata (Ana Carolina García), una chica de espíritu libre y feroz a la que se refieren en el barrio como "ligera", Iris se enamora inmediatamente de ella, lo que le crea problemas de otra índole.



Los adolescentes parecen vivir libres sin las ataduras o supervisión de sus madres, en ausencia de sus padres, siguen adelante y se enfrentan a los placeres y a las penas de la vida adulta. Son tres personas diferentes, pero también representan tres elementos diferentes que se encuentran en los seres humanos: Iris, callada y tímida, es el cuerpo; Ale, que escribe un monólogo ingenuo pero poderoso sobre las rígidas opiniones de la sociedad sobre las relaciones, es la mente y el alma; Darío es puro deseo. La directora y guionista se mantiene cerca de cada uno de ellos y los observa con una cámara en mano y una curiosidad sin prejuicios. A través del tiempo y de la falta de una estructura narrativa rígida, consigue crear una conexión entre el público y sus personajes adolescentes, permitiendo al espectador perderse en sus rutinas diarias. Sus días y sus vidas parecen ir a la deriva y no conducen a nada especial.


El posible mensaje es que el viejo orden que dividía a las personas en grupos (heterosexuales, gays o lesbianas ) está obsoleto, pero, como argumenta, la libertad total y sin restricciones también puede ser problemática, cuando uno intenta forjar su propia identidad. El público podría tener la impresión de que para Navas, estos adolescentes representan la sociedad argentina, sobre todo porque se nota mucho la ausencia de los padres de los personajes, que podrían ser una metáfora de "las viejas formas" de vivir. 



La cinta defiende un tema, pero los métodos utilizados para narrarlos quedan superfluos y tan excesivamente largos que se evapora en la mente del público que no está viendo esta película por ninguna ideología concreta, si no por el gusta de disfrutar del buen cine. Los paseos interminables de las dos protagonistas entre las casas de ayuda social, hablando en la mayoría de las ocasiones se temas banales que aburren hasta al apuntador, con los continuos toqueteos de Iris a sus distintas partes del cuerpo siguiendo a rajatabla lo ordenado en el guión que parece ser: hay que tocarse y rascarse constantemente para dar la sensación de adolescente timida. Esta excesiva gesticulación hace de la cinta un comedia, donde el espectador presta más atención a las continuas rascadas de la protagonistas, sin que estas rascadas aporten nada nuevo, ya ha quedado claro desde el inicio que es insegura, tímida y adolescente, el marcar este punto tan excesivamente durante la cinta parece un reto de la directora por sacarnos del hilo central de la cinta. Las dos hora típicas de las obras "indies" llegan en esta película arrastrándose, sin apenas sustancia en algunas escenas excesivamente largas, con planos secuencias interminables que no aportan nada y que se cortan cuando aparentemente alguna de las actrices comete un error con el guión, retomando un primer plano que nada tiene que ver con el plano secuencia anterior. Está bien experimentar en una cinta, pero los planos deberían tener una lógica narrativa, para enfatizar ciertos aspectos, no por que a la directora le parecía un buen momento. La aparente libertad de interpretación, poniendo la cámara en un hombre tembloroso y dejando a las actrices que hablen, sin apenas cortes, puede ser muy independiente, pero inevitablemente aburrido, hasta tal punto que habría que recordar que no se está viendo un documental si no un largometraje de ficción. A veces podría parecer vagancia por parte de los montadores o la dirección para llegar a las deseadas 2 horas sin complicarse mucho la vida con cortes de planos, guiones interesantes, con una tensión inicial y final. De hecho, en ningún momento de la película el espectador se pregunta nada, solo se ve la vida pasar, sin que haya algo que llame la atención del espectador más que el posible encuentro entre las dos protagonistas. Incluso este encuentro está rodeado de tantos paseos que llega un punto que el espectador desconecte y pierde la tensión que podría haber encontrado. 


Esta tendencia de cine argentino con cámara en hombre, siendo simples testimonios de lo que ocurre al otro lado del objetivo, con mínimos cortes o tensión argumental en el guión, es algo que se ha visto  últimamente triunfando en festivales como: "La chica nueva", "Transoceánicas", "Isabella", "Ofrenda", o "Mamá, mamá, mamá".

Opinión: 1,5/5

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