Karnawal. Cinelatino Toulouse 2021


El director porteño Juan Pablo Félix nos trae esta coproducción de varios países en competición en cine latino Toulouse. Ya pasó en 2017 por el festival en cine de desarrollo, y 2020 en cine en construcción. Ganador en Guadalajara y nominado en Toronto.



La cinta nos muestra a Cabra (Martin Lopez Lacci) es un adolescente rebelde que vive con su madre Rosario (Mónica Lairana) en el norte de Argentina, cerca de la frontera con Bolivia. Sueña con convertirse en un bailarín profesional de malambo, el baile folclórico de los gauchos. Se está entrenando para competir en la competición nacional de baile, mientras que recibe la noticia de que el El Corto (Alfredo Castro), su padre, en la cárcel por estafa, tiene permiso para salir de la cárcel por unos días. 

En toda esta historia está Eusebio (Diego Cremonesi), el novio de Rosario que es gendarme, figura utilizada por el director para crear una cierta tensión entre él y El Corto por la rivalidad del amor del hijo, que no parece encontrarse en una época en la que demuestra mucho afecto por ninguno de los dos. 



La historia se enreda cuando El Corto se ve envuelto en un asunto turbio, y lleva consigo, sin quererlo, a toda su familia y a Eusebio.


El director parte desde un punto de vista poético, la danza o malambo. El toque de realidad lo da el bailarín venido a actor en apenas un año Martin Lopez Lacci. Con un Alfredo Castro como siempre, realizando un papel formidable, ambos tienen un look similar, con pelo largo y a veces taciturnos. Castro interpreta el papel del diablo en la conciencia del hijo, mientras que el personaje de Eusebio, es el ángel en la misma conciencia. Cabra ya ha probado seguir al diablo, cuando es sorprendido por la justicia, se encuentra en que el refugio del ángel es más recomendable. El director nos muestra esta lucha entre el ángel y el diablo, estafador y policía, con amenazas de muerte y pistolas de por medio. En ciertos momentos el director deja algunos huecos complicados de salvar únicamente con la imaginación, los motivos de un padre a obligar al novio de Rosario a partir dejando en tierra a su hijo y mujer...cuando están a escasos metros del coche, o un duelo completamente desproporcional entre el ángel con un arma y el diablo indefenso, que por arte de magia y de un corte en la escena se convierte en una pelea a puñetazos en el suelo. Una gran cantidad de agujeros negros que nos hace perdernos en el mensaje de la cinta en pos de una cinta con más acción , pero que no consigue a pesar de estos giros de culebrón venezolano. La alegoría al diablo no se queda aquí, ya que Félix sitúa a los personajes en el Carnaval, fiesta donde en Argentina se considera que los diablos salen de la tierra (imágenes de lo más impactante en la película) y durante unos días hacen lo que quieren en la tierra. El Corto, como diablo que es, sale de su tierra particular que es la cárcel, y parece hacer lo que quiere, desde beber, hasta infringir la ley.



La parte artística del baile, está formidablemente conseguida, desde la desesperación de un joven talento por su sueño, que le llega a cometer un delito para poderse comprar unas botas con las que poder bailar, mostrando el contraste más cotidiano de lo que pensamos, de tener que hacer algo desagradable como es el tráfico de armas, para poder hacer algo bello como el baile. Su obsesión es ir a los ensayos, llegando a exasperar al padre, pero todo por competir, por destacarse en algo que  no sea delinquir. El padre le ha advertido que no debe infringir las leyes, pero con su ejemplo y la falta de apoyo que da al Cabra, parece perder su papel de padre y ejemplo a seguir. No ya el baile gaucho es conocido por la zona de Salta, si no sus famosas montañas coloridas, que muy sabiamente el director no incluye en la cinta. Y es que llega un momento en donde el espectador está harto de ver películas que parecen hechas por el departamento de turismo de la región, si no que le pregunten a Woody Allen con su guía turística sobre Barcelona o San Sebastián. En este caso el director muestra las montañas como decorado secundario, donde lo esencial son los personajes, no dónde están.



Una cinta digna de ver por las actuaciones de Alfredo Castro, imágenes espectaculares de los diablos con sus espejos colgados, la belleza del baile de Martin Lopez y las ganas que se le ven a este director intrínsecas en la película, quién, pensamos, dará mucho que hablar en otros festivales y con otras películas.


Opinión: 3/5

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