La semilla de higuera sagrada. SEMINCI 2024
La semilla de la higuera sagrada, dirigida por el iraní Mohammad Rasoulof se posiciona como una obra de crítica sutil y profunda hacia la relación entre el Estado y sus ciudadanos ( en Irán, España o cualquier otro estado), utilizando la metáfora de una familia para exponer el conflicto entre la autoridad y la libertad individual. La figura central del padre en la película, claramente una alegoría del gobierno o el Estado, se presenta como un opresor que intenta controlar y "proteger" a sus hijos (los ciudadanos), especialmente a través de la imposición del uso del velo. Este acto se justifica en la película como una forma de proteger a los hijos de la ira divina, simbolizando el argumento de que las restricciones impuestas por el Estado son por el "bien" de los ciudadanos. Sin embargo, el trasfondo es otro: la motivación real detrás de estas acciones no es el amor, sino el odio y el miedo a perder el control.
El conflicto que se desarrolla entre las hijas, que representan a la juventud iraní ( pudiendo ser la libertad de prensa, expresión, etc en otros países) deseosa de libertad y derechos, es clave. En varias escenas, la película se detiene a mostrar imágenes grabadas con móviles de mujeres luchando activamente por su derecho a no llevar el velo, lo que claramente hace referencia a la lucha real que ocurre en Irán y otros países donde las mujeres luchan por sus derechos en un entorno opresivo. El director teje una narrativa tensa, donde las hijas no solo son figuras de resistencia, sino símbolos de una nueva generación que se rebela contra la autoridad patriarcal del Estado.
El papel de la madre es fascinante, ya que actúa como defensora del padre, similar a cómo ciertos sectores de la sociedad o los ciudadanos defienden las políticas del Estado de turno, justificando la represión física, la intervención legislativa o las represalias laborales en nombre del orden, la seguridad o evitar "bulos". Sin embargo, la evolución del personaje de la madre es un giro poderoso. A lo largo de la película, se da cuenta de que el padre (el Estado) no actúa por amor, sino por odio. Esta revelación es un comentario contundente sobre cómo los regímenes a menudo justifican su crueldad como actos de protección, cuando en realidad son impulsados por el miedo.
El hecho de que Rasoulof tuviera que terminar la película dirigiéndola a través de un teléfono móvil, debido a las circunstancias políticas que lo obligaron a abandonar el país, añade un nivel de simbolismo y desafío a la producción. A pesar de las dificultades, La semilla de la higuera sagrada es un formidable thriller cargado de tensión, con elementos de miedo y persecución que mantienen al espectador al borde del asiento. Además, se mezcla con un ritmo dinámico de aventura, especialmente cuando la hija se escapa de la casa, y momentos de comedia que alivian la tensión sin perder el tono crítico.
El final de la película es particularmente impactante: el pueblo, simbolizado por los ciudadanos, entierra al Estado opresor, que desaparece en una nube de polvo. Es una metáfora clara de la desaparición eventual de los regímenes autoritarios ante la voluntad popular, una imagen de esperanza en medio de la oscuridad del control y la represión.
La semilla de la higuera sagrada es una obra maestra que fusiona comentario social, thriller y elementos cómicos de manera brillante. Rasoulof no solo consigue entregar una película visualmente impactante y emocionalmente poderosa, sino también una crítica profunda sobre los regímenes opresivos que, bajo la apariencia de protección, ejercen un control destructivo sobre sus ciudadanos.
Opinión: 4,6/5
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