Les Dossiers bleus. FIPADOC 2023


Ander Iriarte considera oportuno comparar datos de muertes y heridos causados por ETA con lo mismo causado por las fuerzas del orden (guardia civil, etc), añadiendo ciertos elementos a las fuerzas de orden como son las personas sometidas a torturas y olvidando meter en la ecuación la gente amenazada por ETA.

Con este inicio de film, extraordinariamente dinámico, el espectador se hace una idea de por donde van a ir los tiros (sin dobles sentidos). 

Ander es el protagonistas, su padre sufrió torturas en la cárcel, convirtiéndose en el hilo conductor a lo largo de todas las entrevistas de testimonios que cuentan las aberraciones a las que fueron sometidos.


Desde hace unos años, con series como la magistral "Patria" o la excelente película "Maixabel" se abrió la veda a hablar del conflicto armado desde el otro punto de vista, desde el de los terroristas (o liberadores, según quien lo diga). Este tipo de films son muy importantes porque hablan de temas tabúes que pueden no ser entendidos por gran parte de la población española, pero que precisamente por eso, deben ser contados. 

¿Cómo preocuparse por las torturas a los etarras? puede ser la pregunta básica a hacerse, pero Ander Iriarte nos muestra la cantidad de desmanes y excesos que ocurrieron por parte de una fuerza que tiene (en teoría) el monopolio de la violencia.

Tenemos siempre presente en el documental el machacón protocolo de Estambul, para darle un aura de legitimidad innecesario, porque denunciar una tortura ya es de por sí sobradamente legítimo. El protocolo de Estambul viene a decir que la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes no pueden ser justificados bajo ninguna circunstancia y que los perpetradores deben ser perseguidos y sancionados. Además, el protocolo establece que las víctimas deben recibir reparaciones.

La paradoja que se plantea con un proposición tan afilada, es decir, con un claro ímpetu de maquillar lo que hicieron unos (los terroristas) pero ensuciar lo que hicieron otros (las fuerzas del orden) utilizando palabras que parecen más bien salidas de panfletos políticos o de carteles pegados en las paredes del casco viejo de San Sebastian en los 90, es que la gente dude de la imparcialidad y la realidad de todos los datos, que lo serán, pero la utilización de ciertos términos le quita veracidad a la cinta. Por otra parte tenemos el eterno dilema del idioma, tanto el director como el actor han dejado claro que el coloquio posterior debe ser en vasco, su lengua. Ignoramos si hablan español o francés, pero con esta decisión revalorizan su lengua, necesaria sobre todo en eventos de comunicación como es un festival. Por otro, al hacerlo en otro idioma que no es el mayoritario de la sala (el francés) o el del país (o estado, o como se quiera llamar, uno ya no sabe cómo no herir susceptibilidades) donde se rodó (el español) hacen que el mensaje, inevitablemente llegue a menos gente, consiguiendo vender su propuesta a quien ya está sobradamente convencido, y no a esos (el resto de españoles) que no conocen, o no quieren conocer, esta parte de la historia. La idea para difundir algo, lo que sea, un film en este caso, sería facilitar la tarea de difusión, por ejemplo con el idioma, ahí están los casos de Javier Cámara, Fernando Trueba, Rodrigo Sorogoyen y muchos otros que hacen esfuerzos por hablar francés para vender su film en Francia, y que la idea que está latente dentro del film llegue al mayor número de personas posible.


El documental está bien llevado, con unos cortes necesarios en donde la maquina de escribir nos sumistra datos de lo que ocurrió, para descargar de tensión las partes de las entrevistas, que pueden llegar a ser un poco repatitivas, aunque excalofriantes cada una de ellas.

Opinión: 3/5




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