Mi vacío y yo. MÁLAGA 2022



La carta de presentación del director valenciano Adrian Silvestre con "Mi vacío y yo" en Málaga es más que imponente, viene de ser la única película española en competición en el pasado festival de Rotterdam.




Una nueva forma de hacer cine

Adrían Silvestre inventa un nuevo género con esta cinta, donde el espectador es casi incapaz de distinguir si lo que está viendo es un documental o hay una serie de diálogos previamente estipulados. La natural y sorprendente forma de hablar de los personajes, con sus muletillas a la hora de dudar o de no entender algo, consiguen hacer creíble el mensaje. Ese mensaje, por cierto, que no es único y que se va creando en la cabeza de cada uno de los espectadores: podría ser la búsqueda de la libertad, la inconformidad a lo establecido, la necesidad de ser uno mismo, de buscar quienes somos... 

A través de la protagonista, Raphaëlle, el espectador vive con ella el camino de la evolución desde el desconocimiento más absoluto, hasta tener relativamente claro lo que quiere ser, pasando por un constante ejercicio de prueba y error en donde las frustraciones con la vida, los amores, y la sociedad son dolorosos pero necesarios.




Silvestre juega con la dualidad del suave tacto de la insinuación y la bofetada de la realidad, con un llanto cuyo motivo cuesta precisar o la explicación directa de una médico donde expone abiertamente el caso de Raphaëlle. En la cinta quedan claros los pasos a seguir para obtener el cambio que podrá darle tranquilidad  y felicidad. Esa búsqueda de lo que nos hace feliz no es siempre obvia, en el caso de Raphaëlle fueron 30 años de busqueda, pero al menos consiguió darse cuenta. Más que de cambios, la película habla de saber encontrar qué es lo que nos hace felices, lo que nos completa y después ir a por ello. 


Mostrar lo local para hablar de lo global

Una de las virtudes de la cinta es el poder hablar de un tema local y particular de una persona para poder hacer visible una realidad universal sobre la búsqueda de la felicidad. En esta ecuación entran la familia, los amigos, el trabajo, las asociaciones, las aplicaciones de los smartphones, todos tienen un papel importante a la hora de opinar y apoyar a Raphaëlle en su decisión. Particularmente emotivas son las conversaciones vía videoconferencia de la protagonista con sus padres, donde les cuenta sus proyectos, sus deseos, dudas y miedos. Los padres hacen de padres y sin llegar a entender bien apoyan incondicionalmente los deseos de su hija. 




La nueva película de Adrían Silvestre es dinámica y minuciosa a la hora de contar todos los entresijos internos del tema tratado durante los 89 minutos. Elegir a su actriz para guionizar su propia vida es un ejercicio de confianza ciega en las historias reales, en lo auténtico, independientemente de la temática que trate.

Opinión: 4,5/5














 



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