Creatura. CANNES 2023


No eres tú, soy yo. Con esta frase se puede resumir el sentimiento que esta película puede sugerir a algunos de los espectadores.


La joven directora y protagonista Elena Martín Gimeno nos sorprende con una obra madura, en donde la calidad queda patente desde un inicio, mostrando por qué ha sido elegida como la única película española que se presenta en la Quincena de Cineastas, tras haber pasado el año anterior por la Semana de la Crítica con su cortometraje "Júlia ist". 

Una pareja con problemas sexuales en los que los traumas o aprendizajes de la adolescencia juegan un papel vital.

Los protagonistas, la propia Elena Martín (Mila) y Marc Cartanyà (Gerard), se ponen en la piel de dos jóvenes con interminables disputas para poder conciliar su relación con una vida sexual plena. La directora utiliza una escena de cama donde los dos personajes están haciendo el amor, en algunos casos se cumple la máxima de que no hay película española sin escena de sexo. Pero en este caso, las secuencias son totalmente acordes con la temática de la película, ya que la directora utiliza este momento que punto de partida para situar al espectador ante lo que va a ver, un querer y no poder en lo que viene siendo el orgasmo femenino de Mila.


La importancia del agua

El agua juega un papel importante en la vida de Mila, allí se encuentra cuando volvemos a su infancia, allí sintió los primeros hormigueos en el estómago. Un elemento, el agua, utilizado en la cinta como ejemplo de lo efímero, de lo imposible de agarrar, el agua está ahí, moja, pero no se puede mantener entre las manos mucho tiempo, al igual que los orgasmos y el placer idealizado de la protagonista. Una forma sutil de ponernos ante la impotencia y los problemas que algo tan "básico" puede crear en la vida de una persona. De esta forma, el mar se convierte en un personaje necesario para la culminación del placer de Mila.

Si en la obra sobresale una actuación es la de Alex Brendemühl quien consigue impregnar a la obra de una credibilidad que no consiguen los otros actores. Su pareja es Clara Segura, que hace de madre de Mila. El contrapeso de los padres está siempre presente en las películas que vienen a Cannes, como si de una obligación se tratara, todas las películas de los últimos años que vienen de España, tienen un patrón parecido. Uno de los elementos que parecen realizados con prisas, son las caracterizaciones de los padres, creando una falsa ilusión de que han pasado 20 años únicamente utilizando unas canas, olvidando el aspecto de la piel. Recuerda al "chosco" trabajo realizado con Tomasz Kot en "A perfect enemy", no se descarta que sea el mismo maquillador.

Si bien la claridad de la idea parece fácil de transmitir en pantalla, no termina por llegarse a esa lucidez, ya que las continuas disputas de la pareja se sienten solapadas de forma excesivamente brusca por la dulce inocencia de la adolescencia y niñez. Quizás la falta de utilización de imágenes fantásticas, coloridas, con "alegría" harían la obra más digerible, puesto que la cinta no parece tener ningún momento de relajación para el espectador, aunque paradójicamente sí vemos momentos de relajación de los protagonistas (en el bar, el mar, etc). Esta relajación, esta falta de aceite necesario para que pase el mazacote denso que estamos viendo, se echa en falta, convirtiendo la cinta en un grandísimo referente para festivales de cine de culto, pero alejando un poco a un público que está cansado de ver penas contadas sin ningún mínimo esfuerzo por edulcorarlas y hacerlas digeribles. 

Un intento (fallido) de conseguir hacer la obra más llevadera, son las conversaciones casuales a lo largo de la película, como por ejemplo en la secuencia sobre las miradas del camarero a las “tetas” de la protagonista, continúan con una forma de actuar pseudonatural que se ve en muchas de las películas que llegan al festival de Cannes procedentes de España, muchas con un sello de calidad de ESCAT (o Pompeu Fabra), que tras repetirlo constantemente terminan por desmerecer y cansar al público, que no termina de encontrar nada nuevo, ni en los guiones, ni en la forma de rodar, ni en las actuaciones, más allá que la temática pueda estar más o menos en boga.

Nada nuevo a descubrir

Los guiones en los que se muestra el descubrimiento sexual de una adolescente lo tenemos en “el Agua”, “Libertad”, “Costa-Brava, Líbano”... solo en los dos últimos años, en donde vemos que los guionistas o co-guionistas a veces son los mismos, y se nota. También podemos observar, como comentamos anteriormente, un patrón similar en todas y que bien utilizado da mucho juego, poner tres generaciones, niños, maduros y mayores, dándose el caso más común de tener en el guión: nietos, padres y abuelos. Siempre útil para demostrar a las nuevas generaciones incomprendidas que piden algo que sus padres nunca osaron pedir.


Otro de los clásicos del cine que viene a Cannes desde España es la forma de rodar con cámara al hombro, persiguiendo la nuca del protagonista para mostrarnos lo que está viendo, la omisión en pantalla de la persona que habla, los planos y secuencias largos como un día sin pan ( un ejemplo es la Mila adolescente en el agua mirando a su entorno, o ella de mayor tumbada en la cama con las picaduras en las piernas), ya no sorprende, y la frescura da paso a un magistral uso de las técnicas que no despiertan excesiva ilusión por descubrir algo nuevo. Se puede comprender que la misión del festival no sea mostrar un cine diferente, sino dar a conocer nuevo talento de calidad, y con el caso de Elena Martín se cumple sobradamente.


Nada nuevo, nada sorprendente, una historia que hemos visto muchas veces, que sin el sello de la Quincena de los Cineastas, no pasaría más allá de mera anécdota, pero que afortunadamente tiene, y esperemos que este aura de Cannes pueda ayudar a que su difusión sea extensa tanto en festivales como posteriormente en salas. Una cinta que gustará sobre todo a la gente que no conozca obras anteriores similares, como las ya mencionadas, pero que puede resultar un poco repetitiva a quien las haya visto, sin que sea culpa del film, sino del espectador. Como decíamos, no eres tú, soy yo.


Opinión: 2,5/5      

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