Crítica Pink Lady. PÖFF 2024

 


Por David Sánchez

El pasado 23 de noviembre, durante la ceremonia de clausura del Tallinn Black Nights Film Festival (PÖFF), Nir Bergman fue galardonado con el premio a Mejor Director por su obra Pink Lady. En el evento estuvieron presentes tanto el director como la actriz principal, Nur Fibak, quienes recibieron un merecido reconocimiento por su sobresaliente trabajo en esta conmovedora película.

En Pink Lady, Bergman nos lleva al corazón de una comunidad ultraortodoxa judía en Israel, presentando un relato íntimo y audaz sobre los límites entre la religión, la sexualidad y la familia. La historia de Lazer y Bati, una pareja con tres hijos, aborda temas universales desde una perspectiva profundamente cultural. Cuando Lazer es víctima de un chantaje debido a fotos comprometedoras y confiesa su atracción hacia otro hombre, la película explora cómo una familia enfrenta la tensión entre los valores tradicionales y los deseos ocultos.

El filme recuerda a obras como Disobedience de Sebastián Lelio, donde también se exploran los conflictos entre el deseo y las rígidas normas religiosas, o incluso a Happy Holidays de Scandar Copti, que retrata las dinámicas de comunidades cerradas dentro de un contexto más amplio como es la sociedad israelí. Aquí, sin embargo, Bergman no juzga ni toma partido. En cambio, se limita a mostrar las contradicciones, los sacrificios y las decisiones que los personajes enfrentan, lo que la convierte en una obra profundamente humana y universal.

Nur Fibak entrega una actuación llena de matices, interpretando a Bati como una mujer fuerte y resistente que navega entre su fe, su amor por su familia y la complejidad de aceptar una verdad que desafía todo lo que conoce. Su interacción con Lazer, interpretado por Uri Blufarb de forma brillante, aporta una carga emocional que eleva la narrativa.

La dirección de Bergman es impecable. Utiliza el entorno ultraortodoxo no solo como un marco cultural, sino también como un personaje en sí mismo, lleno de normas, rituales y tradiciones que estructuran la vida cotidiana. Detalles como las visitas al Muro de las Lamentaciones, las estrictas reglas de pureza y las celebraciones separadas por género enriquecen la narrativa y abren una ventana a un mundo que para muchos espectadores puede resultar desconocido.

Si bien Pink Lady aborda temas que podrían generar polémica, lo hace con sensibilidad y respeto, dejando espacio para la reflexión sin imponer juicios. Más que una apología de la libertad o la modernidad, la película es un retrato sincero de las tensiones que existen cuando las reglas religiosas se entrelazan con las emociones humanas, y todo esto cuando se vive en una sociedad occidental que permite muchas más libertades.

Con un enfoque visual sobrio y una música sutil que acompaña las emociones, Pink Lady se posiciona como una de las películas más destacadas del año, y su premio a Mejor Director en el PÖFF es un reconocimiento más que merecido.

Opinión: 3,7/5

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