Por David SánchezLa película
Happy Holidays, dirigida por
Scandar Copti, presenta una perspectiva compleja sobre la vida de varias familias árabes en Israel, exponiendo las tensiones entre la tradición y el deseo de integración en una sociedad occidental. Es significativo que entre los productores se encuentre Doha, un detalle que podría resultar sorpresivo dado el cuestionamiento cultural implícito que la película plantea. A pesar de este respaldo, el filme no evita abordar temas tabúes o mostrar personajes con aspiraciones de libertad y modernidad, como la protagonista
Fifi (Manar Shehab), quien desea vivir su juventud sin las restricciones que impone la cultura conservadora en la que creció.
Un aspecto notable es la baja representación de mujeres con velo, lo cual contrasta con imágenes habituales en otros países occidentales como Francia, donde, paradójicamente, es más común ver mujeres veladas que en este retrato de la sociedad israelí. Esta diferencia visual podría interpretarse como una intención de Copti de reflejar una realidad menos restringida para la comunidad árabe dentro de Israel, en comparación con otros contextos del mundo árabe.
Actor Toufic Danial (Rami)
A nivel narrativo, Happy Holidays explora los desafíos intergeneracionales y de género a través de historias paralelas y personajes como Rami y su novia judía, Hanan y la difícil situación económica que atraviesa, y Fifi, quien oculta un secreto que podría afectar a su familia. Estas historias de amor, tensiones familiares y enfrentamientos con la cultura reflejan las luchas internas y externas que viven los personajes al intentar equilibrar sus raíces árabes con las influencias de la sociedad israelí occidental.
El filme se acerca, en ciertos momentos, a una estructura de telenovela, especialmente al retratar conflictos familiares, problemas económicos y dilemas de matrimonio. Sin embargo, estos elementos contribuyen a mostrar las contradicciones que enfrentan los personajes, atrapados entre las normas tradicionales y los valores occidentales. En el caso de la familia protagonista, se observa una aparente apertura hacia ciertos aspectos de la vida occidental, como el consumo de vino y el rechazo a la obligación del velo, pero persiste la presión de mantener estrictamente costumbres como la virginidad femenina o el respeto a las opiniones de la comunidad.
Es interesante cómo el director utiliza la historia de estas familias para evidenciar que, aunque la comunidad árabe en Israel parece gozar de más libertades comparativas, aún enfrenta el dilema de la aceptación social y los límites impuestos por la cultura predominante. Por ejemplo, la aceptación en el parlamento israelí de partidos árabes sugiere una apertura formal, pero la integración cultural real sigue siendo limitada como vemos en los ejemplos de los niños recitando la importancia del pueblo judio para no ser expulsados de nuevo de su territorio.
El director, en una declaración sobre el filme, explica cómo sus historias buscan desvelar los mecanismos que perpetúan tanto el patriarcado como la militarización en la sociedad israelí. Mediante un enfoque crítico, Copti propone que ninguna sociedad es verdaderamente libre hasta que las mujeres también lo sean, un mensaje potente que invita al espectador a cuestionarse sobre los valores y normas que rigen nuestras vidas.
La película logra mantener el interés del espectador y abre una ventana a las complejidades de la identidad y la libertad en una sociedad donde conviven tradiciones árabes y valores occidentales.
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