Kleber Mendonça Filho: “El cine es un gran misterio, uno nunca sabe lo que va a pasar”. Biarritz 2025
El cine latinoamericano inauguró su gran cita en Biarritz con la nueva película de Kleber Mendonça Filho, El agente secreto. El director brasileño, premiado en Cannes y ahora galardonado con el Abrazo de Honor del Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz, llega con una obra que mezcla memoria, política y mitología urbana de Recife. En conversación con este periodista, Mendonça habla de su proceso creativo, la importancia de las políticas públicas y de cómo la sexualidad, el autoritarismo y la imaginación se entrecruzan en su cine.
La escritura del guion nació en circunstancias excepcionales: entre la última fase de la pandemia y el final del gobierno de Jair Bolsonaro. “Pasamos un año en Francia y encontré en el cine Utopia un lugar ideal para escribir. Llegaba en bicicleta a las nueve y media de la mañana, cuando los niños entraban a ver películas escolares, y me instalaba allí hasta después del almuerzo. A veces escribía mucho, a veces nada. Pero guardo recuerdos maravillosos de ese proceso”, recuerda. Lo paradójico, dice, fue estar en Francia y a la vez engordar el imaginario de Recife.
El agente secreto es su película más ambiciosa, con un presupuesto de cinco millones de euros. Se trata de un proyecto de época que exigía un trabajo minucioso de ambientación. “Para hacer un filme así tienes que abrir el plano, mostrar la ciudad. Cada muro, cada mueble, cada detalle cuenta. Fue un placer reconstruir esa Recife de los setenta y ya tengo ganas de rodar otra historia de época”, confiesa.
La cinta, como gran parte de su obra, es fruto de un entramado de apoyos públicos e internacionales. “Yo mismo soy producto de las políticas culturales. Mi primer largometraje nació gracias a un fondo destinado a la región Nordeste. Eso antes no existía. Hoy muchas directoras y directores podemos filmar porque hay diversidad de clase, de geografía, de identidad racial. Este filme se hizo con dinero brasileño, francés, alemán y holandés. Si el cine dependiera solo del mercado, sería un catálogo de fórmulas, y esas fórmulas no existen”, asegura.
En la película, Mendonça recupera una de las leyendas urbanas más célebres de Recife: la Perna Cabeluda, (pierna peluda) un mito inventado por periodistas en los años setenta para denunciar la violencia policial en clave satírica. “Yo escuchaba esas historias de niño y siempre quise utilizarlas. No es realismo mágico, es imaginación aplicada a un régimen autoritario. Es una forma de hablar del miedo y de la represión con un lenguaje popular”.
La sexualidad aparece en El agente secreto como parte natural de la vida social, sin sensacionalismo. Una de las escenas transcurre en un parque, espacio que en los años setenta era lugar de encuentros sexuales clandestinos. “El sexo en el cine para mí no es escándalo, es simplemente parte de la vida. Lo presento con naturalidad, sin consecuencias forzadas ni moralina. Me interesa cómo los parques, de noche, pueden condensar tensión, deseo y también peligro, como en películas de Ferrara o de la Nouvelle Vague”.
Otro eje central es la figura de Euclides, un exmilitar fascinado por Hans, un alemán que en realidad es judío y está casado con un brasileño. “Me parece fascinante cómo la extrema derecha distorsiona realidades básicas. Euclides admira a Hans porque lo imagina como un soldado nazi, cuando en realidad es un sobreviviente de otra historia. Eso abre un abanico de tensiones y malentendidos que enriquecen la trama”.
Pese a los premios, Mendonça prefiere no hablar de certezas. “Para mí el cine siempre será un misterio. Desde que escribes un guion hasta que consigues dinero, ruedas, montas y muestras la película, todo es incierto. Yo hago lo mejor que puedo, y luego espero. No trabajo con verdades absolutas, porque en el cine no existen”.
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