Asharq Discovery en el SOUK del Red Sea IFF 2025
El pasado 10 de diciembre, Sir Anthony Hopkins se presentó ante un auditorio repleto en el Red Sea International Film Festival, donde ofreció una conversación que rápidamente se convirtió en uno de los momentos más comentados del encuentro. No solo por su lucidez —a sus 87 años— sino por la mezcla de humor, profundidad y brutal honestidad con la que habló de su oficio y de la vida.
Hopkins, ganador de dos Premios de la Academia y considerado uno de los intérpretes más influyentes del cine moderno, comenzó sorprendiéndose a sí mismo: “No sé por qué me han elegido tantas veces. La verdad es que no tengo idea. Siempre ha sido una sorpresa”.
Recordó que desde muy joven sintió la necesidad de salir de su entorno. “Decidí que quería ser algo en el mundo, aunque no sabía qué. Solo sabía que quería escapar de mis propias limitaciones”, confesó. Ese impulso terminó llevándolo desde su natal Gales hasta los escenarios del teatro inglés bajo la mirada de Laurence Olivier, y posteriormente a una carrera cinematográfica que incluye títulos emblemáticos como El silencio de los inocentes, Nixon, Lo que resta del día, Thor o El padre.
Durante la charla, el actor sorprendió al explicar su método interpretativo, lejos de la mística que suele rodear a Hollywood. “Dentro de cada uno de nosotros está todo: luz, sombras, monstruos y ángeles. El trabajo del actor es acceder a eso sin volverse loco”, dijo. En lugar de transformarse por completo, Hopkins apuesta por observar. “Cuando era niño, simplemente me quedaba mirando. Esa quietud volvía locos a mis maestros… y también a los matones que querían golpearme. La mirada es poder”.
Esa misma mirada, cuenta, moldeó algunos de sus personajes más intensos. En The Remains of the Day, interpretó a un mayordomo emocionalmente bloqueado. “Sé lo que es contenerlo todo. Siempre me ha incomodado el duelo. Uno sobrevive respirando hondo y quedándose quieto”.
Habló también de la importancia de la disciplina en un oficio que muchos romantizan. “Dicen que actuar es complicado, pero no lo es tanto. Lo difícil es ser responsable. Llegar a tiempo. Saber tus líneas. Estar sobrio. No es glamoroso, pero es el trabajo”. Con humor seco añadió: “Si estás murmurando y nadie te entiende, no te van a contratar. Estás ahí para contar la historia, no para esconderla”.
Uno de los momentos más aplaudidos llegó cuando recordó un encuentro casi místico durante el rodaje de The Bounty. Mientras esperaba la decisión final de los productores, caminó por Londres para despejarse y, al pasar junto a un cementerio, vio una lápida con el apellido del personaje que buscaba interpretar. “En ese instante supe que el papel era mío. Minutos después, el teléfono sonó para confirmarlo”.
A días de estrenar nuevos proyectos —incluyendo la película Wife and Dog de Guy Ritchie— y con sus memorias We Did Ok, Kid convertidas en best seller, Hopkins aseguró que sigue sorprendido de estar aquí: “La vida es un misterio. No sé por qué sigo, pero sigo. Y eso ya es extraordinario”.
Entre reflexiones, carcajadas y recuerdos, el público del Red Sea IFF presenció a un artista en plena conciencia de su legado. Y a un hombre que, pese a todo, se sigue haciendo la misma pregunta que lanzó al final: “¿Por qué estamos aquí? Ese es el enigma que nos acompaña a todos.”
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