Entrevista con Alessandro Novelli, director de "El fin del mundo" en el festival de Huesca 2025 HIFF
En la 53ª edición del Festival Internacional de Cine de Huesca, que se celebra del 7 al 15 de junio de 2025, el cortometraje peruano “El Fin del Mundo” emerge como una obra profundamente conmovedora que transporta al público al corazón de los Andes, donde la memoria, la pérdida y la resiliencia se entrelazan en la historia de Epifanio, un sobreviviente del devastador alud que sepultó Yungay el 31 de mayo de 1970. Dirigido por el cineasta peruano Alessandro Novelli, este relato, presentado en un festival calificador para los Premios Oscar y Goya, no solo honra a las víctimas y sobrevivientes de una de las tragedias más mortales de la historia, sino que captura la esencia de una comunidad andina marcada por el dolor y la fortaleza. En una entrevista, Novelli comparte con pasión y detalle cómo las voces de los sobrevivientes, la majestuosidad del Huascarán y los desafíos de filmar en un entorno extremo dieron vida a esta obra, que culmina una década de compromiso con la memoria de Yungay.
“Acá en Perú crecemos escuchando ‘hubo un alud que sepultó el pueblo de Yungay’”, comienza Novelli, evocando una frase que resonó en su infancia como un eco lejano, casi incomprensible. “Desde muy pequeño oía esa frase, pero me costaba entender cómo puede ocurrir algo así”. No fue hasta los 26 años, cuando visitó Yungay por primera vez, que la magnitud de la catástrofe se hizo tangible. “Ahí, frente al imponente Huascarán, con sus más de 6,000 metros de altura, empecé a dimensionar la catástrofe”, relata. Pero más allá del paisaje, fueron los sobrevivientes quienes marcaron el rumbo del proyecto. “En sus miradas estaban los rezagos del alud, como si hubiese ocurrido segundos atrás, evidenciando la carga traumática que cargan en sus hombros”, explica conmovido. En el Nuevo Yungay, construido a apenas 5 kilómetros del lugar donde el alud arrasó con más de 20,000 vidas en menos de tres minutos, Novelli encontró una dualidad que definió el alma del cortometraje: “Quedé cautivado por cómo los yungainos hablan de su tierra, con tanto amor y con tanto dolor. Esa tierra donde convive la vida y la muerte”.
El Huascarán, con su presencia colosal, no es solo un telón de fondo, sino un elemento narrativo que Novelli convierte en un personaje central. “Quería que la montaña esté presente a lo largo de la historia. El Huascarán es como un personaje más, siempre ahí, contemplando todo, hasta que al final devela su única y trágica acción”, detalla. Esta intención se refleja en escenas cuidadosamente diseñadas, como la de dos niños jugando en el césped frente al nevado, que “los observa y los cuida”, solo para luego mostrarlos en “planos aberrantes, presentando sus cuerpos por partes, como se encontraron los cuerpos de los fallecidos en la tragedia”. La búsqueda de Epifanio por su familia perdida se convierte en una odisea titánica, “una tarea titánica en un escenario así de grande, así de imponente”. Los dos planos finales, que muestran al personaje empequeñecido ante la montaña, encapsulan esta relación de sumisión y reverencia. Otro escenario clave es el cementerio de Yungay, la única estructura que resistió el alud. “Esa es la única construcción que aguantó el golpe del alud, albergando a varios sobrevivientes”, explica Novelli, destacando cómo este lugar, donde encuentran a Epifanio, se convierte en un símbolo del refugio y el dolor.
La historia de Epifanio está inspirada en un relato real: un niño que, durante el alud, corría a comprar manzanas y encontró refugio en el cementerio. Su personaje, acompañado por dos niños fantasmales que representan a las víctimas que “siguen jugando en lo que era su casa”, crea un contraste entre generaciones que equilibra el trauma con la esperanza. “Cuando escribí el guión, me reuní con los sobrevivientes del alud y con jóvenes del pueblo para darle vida a los personajes”, cuenta Novelli. Los niños, guías de un Epifanio “perdido en vida, preguntando siempre dónde está su familia”, aportan una energía lúdica que alivia el peso de la narrativa. “Los niños tienen ese poder de permitir contar historias a través del juego, de frases que parecen no decir nada pero dicen mucho”, reflexiona. Este diálogo entre el dolor adulto y la inocencia infantil refleja la resiliencia de una comunidad que, pese a la pérdida, encuentra formas de renacer.
El título “El Fin del Mundo” nace directamente de los testimonios de los sobrevivientes, quienes describieron el 31 de mayo de 1970 como un evento apocalíptico. “Varios sintieron que en Yungay se sintió como si fuese el fin del mundo. Enormes rocas volando por todas partes, la tierra y el lodo bajando por la montaña a 400 kilómetros por hora, desapareciendo un pueblo por completo en menos de 3 minutos”, relata Novelli. El polvo que cubrió la zona durante dos días dificultó la llegada de ayuda, y el rescate se dio en un “escenario apocalíptico y traumático” de “escombros, lodo, cadáveres”. Para los sobrevivientes, continuar viviendo sin sus familias fue un desafío inmenso. “Es duro, conversar con ellos es realmente una lección de humildad, de respeto”, confiesa. Sin embargo, el cortometraje trasciende la fatalidad para ofrecer un mensaje de transformación. “Si bien hay penas que nos van a acompañar hasta el final de nuestros días, tenemos que seguir, pues como me dijo Jorge Flores, el actor que hace de Epifanio adulto, ‘la vida es así’”, comparte Novelli. En Huesca, espera que el público se conecte con “el amor, la esperanza, la compasión” de Epifanio, un huérfano que encarna la lucha de miles de sobrevivientes del alud más mortal de la historia.
La rica tradición cinematográfica peruana, con festivales como el de Lima que amplifican historias locales, influyó profundamente en el enfoque de Novelli. “Sentía la necesidad urgente de dar a conocer lo ocurrido en Yungay, que la frase ‘hubo un alud que sepultó Yungay’ tenga el peso que significa”, afirma. La narrativa resalta la fortaleza de las comunidades andinas, marcadas por eventos históricos como la reforma agraria y el terrorismo tras el alud de 1970. “Son acontecimientos de la historia reciente que han forjado la fuerza de un pueblo que, golpe tras golpe, ha podido hacerle frente a todo”, subraya. Para lograr autenticidad, Novelli optó por actores locales sin experiencia actoral. “Era importante ese nivel de autenticidad en las formas de hablar, en las costumbres y, sobre todo, que se sienta que ellos forman parte de ese entorno”, explica, destacando cómo las voces y gestos de Yungay impregnan cada escena.
Presentar “El Fin del Mundo” en el Festival de Huesca, un escaparate internacional para cortometrajes, es un hito para Novelli tras casi una década de trabajo. “Han pasado casi 10 años desde que fui por primera vez a Yungay decidido a contar su historia. Tener la oportunidad de darla a conocer al mundo es simplemente la mayor retribución a un largo trabajo”, confiesa con emoción. La universalidad de la búsqueda de Epifanio, que culmina en la revelación de su condición de sobreviviente, invita al público global a acompañarlo en su odisea. “Me gusta pensar que el espectador lo va a acompañar en la búsqueda de su familia hasta el final”, dice, confiando en que los temas de amor, esperanza y compasión trasciendan las fronteras culturales.
Filmar en los Andes fue una hazaña llena de retos. “No fue nada fácil. Para empezar, el scouting de locaciones fue de varias semanas, las distancias son largas y muchas veces inaccesibles. Los Andes son salvajes: durante el día el sol te quema la piel, durante la noche el frío es intenso, el mal de altura da dolor de cabeza, tus pulmones no responden igual”, relata Novelli. El equipo tuvo apenas “un par de días para aclimatarse” y grabar durante la procesión anual por las víctimas, con un tiempo limitado para capturar escenas clave, como los niños buscando a la familia entre la multitud. El casting fue otro desafío monumental: “Nos tomó varias semanas, pues visitamos varios colegios hasta encontrar a los protagonistas”. La decisión de trabajar con actores locales sin experiencia fue clave: “Era fundamental esa autenticidad en las formas de hablar, en las costumbres”. Estas dificultades, desde el clima extremo hasta la logística de rodar en un entorno remoto, se superaron con un compromiso absoluto por honrar la historia de Yungay.
“El Fin del Mundo” es más que un cortometraje; es un homenaje a los sobrevivientes de Yungay y un testimonio de la resiliencia andina. En el Festival de Huesca 2025, esta obra invita al mundo a mirar hacia un pueblo que, bajo la sombra del Huascarán, sigue floreciendo pese al dolor. Como reflexiona Novelli, “conversar con los sobrevivientes es realmente una lección de humildad, de respeto”. A través de Epifanio, el corto no solo recuerda una tragedia, sino que celebra la capacidad humana para encontrar esperanza en las cenizas del fin del mundo.
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