Kurak Günler (Burning days). CANNES 2022


"Una cierta mirada" está plagada de joyas, una sorprendentemente buena es "Kurak Günler", del director turco Emin Alper.



Todas las cintas intentan tener un inicio impactante, los primeros segundos pueden hacer que el público se autosugestione, pensando que lo que va a ver después será bueno, en este caso se cumple. Un agujero enorme con dos personas en el borde, en medio de una paisaje desértico. Un coche circulando por unas calles estrechas siguiendo un reguero de sangre. Incluso, la secuencia del protagonista mirando por la ventana, es impactante. Alper tiene la virtud de crear magia con sus imágenes, un prodigio turco que consigue, a traves de una historia de corrupción típica, crear uno de los thriller más dinámicos del año.




La dificultad de eliminar los privilegios

Un joven fiscal turco, Emre (un consistente Selahattin Pasali), llega a Balkaya, un pueblo lejos de Ankara, donde la corrupción endémica está instalada. 

La cinta muestra cómo los privilegios heredados durante años dentro de una misma localidad no pueden cambiarse fácilmente. Con costumbres propias, el hecho de querer cambiarlas incitan a una guerra contra el nuevo poder. 

El dinamismo y la intriga están presentes en cada conversación, cada mirada, cada escena. Los silencios incómodos o las frases en las que los protagonistas se reprochan haber usado ciertas palabras hirientes, hacen que el público se mantenga con los ojos como platos. El humor también tiene cabida en esta maravillosa puesta en escena, donde la muerte está siempre presente. 

Las ganas de cambiar las cosas y mejorar una sociedad anclada en el pasado y con corruptelas en sus partidos políticos, hacen que no se pueda conseguir el cambio más que con la empatía y la paciencia. La arrogancia de quien no quiere escuchar a los ciudadanos, siendo la amenaza de encarcelar al que no siga sus reglas, no parece ser la mejor de las recetas.



La isla mínima, a la turca

Emre tiene que estudiar un caso de falta de agua, agujeros que se crean en el terreno y una violación. Todo está entrelazado entre sí de forma brillante, haciendo una especie de versión de "La isla mínima". Los acontecimientos se van ligando de forma realista, lo que hace que el espectador crea todo lo que vé, sobre todo porque es muy posible que esos nobles corruptos que aparecen en la cinta, sean la versión turca de lo que se tiene en muchas ciudades o pueblos en otras latitudes.

La etnia gitana también está presente en la cinta, para dar un posible enfoque sobre el racismo, con el retrato de esta sociedad dentro de la localidad. El protagonista podrá constatar la alegría y el odio de esta sociedad, en su propia piel.

El colectivo LGTB tiene su participación de una manera muy sutil y sugerente, la tensión sexual es evidente desde un primer momento, dejando con esta necesidad de que la relación se desarrolle más.



Una sorpresa evidente que una obra con esta temática pudiera ser tan completa y bella. Muchos de sus fotogramas son dignos de imprimir y enmarcar. Una de las apuestas para ganar el premio en la sección donde participa en Cannes "Una cierta mirada".

Opinión: 4/5






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