Yalda, la noche del perdón. Barcelona Film Fest 2021



Con el cine iraní me pasa como con el cine francés, que me gusta el 90% de lo que veo. Irán demuestra que sigue siendo puntera en cine independiente, haciendo pequeñas joyas constantemente, y de la forma menos esperada. Alguien decía que la censura obligaba a los realizadores a ser más ingeniosos, para decir sin mostrar: que resulta ser el truco del buen cine. Parece que en Irán le han cogido gusto a esta forma de hacer cine, que no a la censura.



El director Massoud Bakhshi nos trae en competición su cinta al festival de Barcelona Film Fest, habiendo ya ganado el gran premio del jurado de Sundance 2020, así como siendo nominada en Berlín 2020 donde no pudo ganar, porque su compatriota y genio Mohammad Rasoulof se lo llevó todo con su obra "There is no evil".


Al igual que Rasoulof, Bakhshi nos habla de la pena de muerte, en este caso aplicada a una mujer a la que acusan de haber matado a su marido para quedarse con su dinero. La trama empuja poco a poco, pasando de una completa desorientación sin saber qué hace una chica esposada en el hall de unos estudios de televisión, hasta que poco a poco, dosificando la información con goteo, el director nos obliga sin que queramos, a lanzar preguntas sobre lo que estamos viendo. Esa dosificación perfectamente medida de interés, falta de información, realidad, multitud de planos secuencias larguísimos que nos muestran el backstage del plató, desde donde el espectador ya no es uno más que mira el show en la televisión, sino que pertenece a la producción del programa, terminando por conocer todas las caras esos actores secundarios que hablan sin presentarse, pero que para el espectador termina siendo rostros familiares y compañeros de producción.



Este enfoque desde la oscuridad a la luz, desde las tinieblas a la claridad, no es solo mental para el espectador que pasa de una ceguera completa sin saber nada de lo que está pasando hasta ir haciéndose una idea de la trama. También es una transición física, desde el backstage en oscuridad hasta una luz radiante delante de las cámaras. Lo mismo quiere mostrar el director en los personajes, donde se intenta que la persona que tiene que conceder el perdón, pase de las tinieblas de condenarla a muerte, a la luz divina del perdón. La belleza que hay en esta madurez de la cinta, llegando poco a poco a la luz, es digna de admirar, más cuando lo que cuenta lo hace intencionadamente en un contexto banal, un programa de televisión donde hay que votar si los espectadores consideran culpable o inocente a una persona que está condenada a muerte.

De hecho, el director opta por este mensaje de banalización de la muerte como si no fuera algo importante para el gobierno, sin mencionar nunca al gobierno. En el caso de la protagonista Maryam (Sadaf Asgari), acusada de matar a su marido (dentro de un matrimonio temporal para poder tener relaciones sexuales respetando la religión), este hombre era el padre de Mona (Behnaz Jafari). Mona puede ganar la mitad de la compensación si perdona a Maryam, o si los mensajes de los televidentes para votar superan los 20 millones, Mona recibiría el 100% de la compensación. Como si de un juego de "El precio justo" se tratara, el presentador interrumpe los testimonios de las mujeres donde relatan los hechos del día de la muerte del hombre, para dar paso a publicidad, canciones, una poesía leída por un estudiante de derecho, y así constantemente dentro del circo de la televisión. Esta banalización juega en favor del director que quiere sorprendernos y que digamos en nuestras cabezas: ¿pero cómo pueden tratar la sentencia de muerte de una persona de esta forma?, justo es lo que parece que el director se pregunta con respecto a su gobierno.



El director adora los contrastes, no solo el paso de oscuridad a luz del que hablábamos antes, o pedir que se vote si consideran culpable o inocente a una sentenciada a muerte, también en pequeños detalles de la cinta, cuando vemos que en medio de una conversación muy tensa entre las protagonistas, el director se centra en el hombre mayor que pasa ofreciendo sándwiches y té, hasta en dos momentos este hombre aparece hablando, impidiendo al espectador escuchar lo que dicen las mujeres y creándole así una necesidad de volver rápidamente a la conversación de las protagonistas, para verificar que no se han perdido nada importante. 


La nota de intriga es la pareja que aguarda en el hall, a la que le prohíben la entrada, parece que son la respuesta a todo, pero no consiguen poder entrar para dar la información que quieren dar. Abriendo otro frente al ya creado por Maryam, que parece que está sentenciándose ella misma a no ser perdonada por su contertulia.



Un guión muy pensado, junto con la actuación, a veces un poco exagerada, de Sadaf Asgari, hacen que esta película gane peso y te deje atrapado en tu butaca. Con un final donde el silencio gana un protagonismo merecido, para dejarnos reflexionar, para admirar la nieve cayendo sobre Teherán, un remanso de paz silenciosa tras los turbulentos 90 minutos donde una mujer se jugaba la vida.


Opinión: 4/5


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