Titanic. RSIFF 2033

Navegar por las aguas de la censura es lo que acaba de hacer en la sección oficial de cortometrajes del festival Red Sea IFF, Farnoosh Samadi, la talentosa directora y guionista iraní, quien ha dado un paso valiente al abordar la cultura de la censura (de la de verdad de toda la vida de poder ir a la carcel, no la de las redes) en su última obra, "Titanic". Esta película se sumerge en las complejidades de la censura en Irán, utilizando como pretexto la necesidad de censurar la propia película antes de su transmisión en la televisión iraní.


La fascinación irreverente del cine iraní

La historia, aunque ambientada en el contexto específico de Irán, trasciende las fronteras geográficas al explorar la universalidad de la lucha contra la censura y la restricción de la libertad artística. Samadi utiliza "Titanic" como una herramienta para desafiar las normas impuestas por aquellos en el poder, un tema que ha resonado a lo largo de su carrera cinematográfica, y en multitud de otras obras iraníes como: "Tatami" o "The last snow".

La película sigue la línea de directores contemporáneos como Ali Asgari y Alireza Khatami, cuyas obras, como "Terrestrial Verses", comparten similitudes con el enfoque de Samadi. En "Titanic", la cámara permanece estática, permitiendo que los personajes pasen frente a ella, dando al espectador la tarea de interpretar y conectar los puntos. Este enfoque, aunque aparentemente simple, carga la película con una profundidad y complejidad que se despliega gradualmente a medida que la trama avanza.

El uso del humor como herramienta para la crítica es otro elemento que conecta a Samadi con sus colegas cineastas. Al igual que en las obras de Asgari y Khatami, "Titanic" utiliza el humor de manera inteligente para señalar la absurdidad de las normas y restricciones que, aunque parecen arbitrarias, son impuestas desde arriba. Esta mirada satírica a la burocracia y las reglas establecidas destaca la naturaleza absurda de las limitaciones que enfrentan los artistas.

Cine como posible sentencia de carcel

La paradoja de crear una película en Irán sobre la censura agrega una capa adicional de complejidad al trabajo de Samadi. En un país donde la censura es una fuerza omnipresente, la directora aborda valientemente el tema desde dentro, exponiendo las limitaciones impuestas a los artistas y la lucha por la libertad de expresión. La película se convierte así en una declaración audaz y arriesgada sobre el estado del arte y la cultura en un entorno de censura que les ha costado la prisión a otros compañeros de profesión, como ocurrió con el director de "There is no evil" Mohammad Rasoulof (espiga de Oro de la Seminci 2018) al que no pudimos ver en la Seminci 2020 puesto que estaba en arresto domiciliario antes de pasar varios meses en la carcel.

La cinta es más que una obra como vemos con Rasoulof, puede llegar a ser una sentencia de prision, y esto puede explicar la posible preocupación personal de Samadi sobre las posibles represalias que podría enfrentar al regresar a su país después de mostrar la película fuera, como declaró al final de las proyecciones el pasado 4 de diciembre. Este temor subyacente agrega una capa de autenticidad y urgencia a la narrativa, resaltando la valentía de la directora al enfrentarse a las consecuencias de desafiar las normas establecidas.

En cuanto a la carrera de Farnoosh Samadi, su evolución desde su primer cortometraje nominado a la Palma de Oro en Cannes, "The Silence", hasta su primer largometraje "180° Rule", muestra una progresión coherente y valiente. Su habilidad para abordar temas sociales y políticos de manera sutil pero impactante ha establecido su lugar en la escena cinematográfica internacional.


Opinión: 4,4/5



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