Crítica Avatar 3
Avatar 3 es, ante todo, una experiencia técnica tan apabullante que roza lo obsceno. Los efectos especiales juegan directamente en otra liga: no es que sean mejores que los de otras películas, es que directamente parecen inalcanzables para el resto del cine mundial durante los próximos diez años. Todo es perfecto, fluido, bello, imposible. Cameron vuelve a demostrar que, si el cine fuera solo ingeniería audiovisual, él sería el Ministerio entero.

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