Crítica: María

 


Pablo Larraín continúa su obsesión con la biografía cinematográfica, esta vez centrando su mirada en María Callas. A estas alturas, su estilo se ha vuelto una fórmula repetitiva: ángulos majestuosos, ritmo lento hasta el sopor, y una reverencia casi religiosa hacia sus personajes, que en María llega a extremos agotadores. Más que una película, esto parece un ejercicio de adulación tanto hacia la figura de la diva como hacia la maquinaria de Hollywood que respalda a Angelina Jolie.

Larraín parece incapaz de apartarse de su zona de confort, entregando otra biografía que sustituye el alma por estética vacía. Si en Spencer o Jackie lograba algún destello de profundidad emocional, aquí todo se queda en la superficie. Lo más decepcionante es la falta de valentía narrativa: la película simplemente se dedica a embellecer la figura de Callas sin aportar nada nuevo ni reflexivo.

Además, la obsesión por la "majestuosidad" visual termina sofocando cualquier posibilidad de dinamismo. Larraín se empeña en hacer de cada plano una postal perfecta, pero olvida que el cine es también movimiento, emoción y conexión.

Angelina Jolie, encargada de dar vida a María Callas, es una elección que resulta más problemática que acertada. Aunque su interpretación tiene momentos convincentes, su caracterización física falla estrepitosamente. La ausencia de la icónica nariz de Callas es un detalle difícil de pasar por alto, especialmente cuando la película parece obsesionada con captar cada rasgo de la diva. Jolie es, al final del día, Jolie: una estrella intentando mimetizarse con Callas, pero sin lograr nunca desaparecer en el personaje.

Por otro lado, el resto del reparto ofrece actuaciones más interesantes. Pierfrancesco Favino, el actor omnipresente en el cine italiano contemporáneo, aporta solidez y carisma. Alba Rohrwacher, como Bruna, deslumbra en cada escena, recordándonos cómo la sutileza puede ser más efectiva que cualquier esfuerzo grandilocuente.

Uno de los mayores desaciertos de María es su confusión entre el cine de ficción y el documental. La inclusión de imágenes reales de María Callas hacia el final de la película no solo rompe el ritmo narrativo, sino que también subraya la incapacidad de la película para sostenerse por sí misma. En lugar de integrarlas de manera orgánica, parecen insertadas como un intento desesperado de convencer al espectador de la fidelidad de la caracterización.

Si lo que Larraín quería era rendir homenaje a Callas, un documental habría sido mucho más honesto y efectivo. Este híbrido torpe no hace más que evidenciar la inseguridad del proyecto, como si el director estuviera buscando la validación de su público y sus colegas.

María es, en última instancia, un ejercicio de vanidad cinematográfica. No aporta nada nuevo al género biográfico ni a la figura de María Callas, limitándose a ser un capricho estético que aburre más de lo que emociona, la película sobre María no cala en el público. El resultado es una película que se siente vacía, predecible y completamente prescindible.

Opinión: 2,5/5

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