Crítica: Cónclave

Por David Sánchez

La película Cónclave, dirigida por Edward Berger y basada en la novela de Robert Harris, intenta sumergirnos en el misterio y la pomposidad de uno de los rituales más secretos de la Iglesia Católica: la elección de un nuevo Papa. Aunque su premisa prometía intriga y tensión, el resultado final se siente excesivamente forzado, repetitivo y carente de verdadera innovación dentro del género.

Ralph Fiennes, como el cardenal Lawrence, entrega una interpretación que roza lo caricaturesco. Sus constantes expresiones de angustia, ojos llorosos y miradas perdidas en el infinito pierden impacto por su sobreutilización. En lugar de transmitir una profundidad emocional auténtica, esta intensidad constante se vuelve predecible y, francamente, aburrida. Fiennes es un actor de gran talento, pero aquí parece atrapado en un bucle de emociones repetitivas que limitan su capacidad para sorprender al espectador.

Uno de los puntos fuertes de la película es su impecable dirección artística. Los planos fijos, que capturan a los cardenales en sus trajes ceremoniales, así como momentos más humanos —como fumar en pequeños grupos—, aportan una atmósfera rica y fascinante. El Vaticano, con su arquitectura imponente y sus salones cargados de historia, juega un papel fundamental, convirtiéndose casi en un personaje más de la trama. Sin embargo, esta estética deslumbrante no es suficiente para sostener una narrativa que se siente superficial y derivativa.

El guion, escrito por Peter Straughan, parece obsesionado con reciclar temas ya explorados en otras películas del género: la lucha entre una Iglesia moderna y una Iglesia tradicionalista, el enfrentamiento entre religiones, y la segregación entre culturas y nacionalidades incluso dentro de la casa de Dios. Aunque estas cuestiones son relevantes, no se presentan de una manera novedosa ni profunda. En lugar de ofrecer un análisis fresco, la película se limita a señalar estas divisiones de forma evidente, como a la hora de comer donde se juntan los franceses con franceses, hispanos con hispanos, etc, sin aportar nada que no hayamos visto en obras similares.

Aunque la obra intenta crear tensión a través de un ritmo pausado y momentos de incertidumbre, como la explosión de un coche bomba que rompe momentáneamente la monotonía, el resultado es desigual. La película avanza lentamente, pero no de forma reflexiva, sino tediosa. Cada intento de infundir dinamismo —como los giros políticos o las conspiraciones internas— se siente predecible, carente del impacto que se espera de un thriller religioso.

El desenlace es, sin duda, sorprendente y claramente diseñado para generar conversación. Sin embargo, cuando una película ha perdido el interés del espectador a lo largo de su desarrollo, incluso el final más impactante se convierte en un grito en el vacío. La provocación, en este caso, no logra rescatar una narrativa que ya se siente agotada y sin alma.

Cónclave es un intento fallido de revitalizar el subgénero de los thrillers religiosos. Aunque visualmente deslumbrante y con un reparto talentoso, la falta de profundidad emocional, la repetición de temas y una narrativa tediosa hacen que la película pierda su impacto. 

Opinión: 2,4/5

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